Altazora I: sobre Chichicastenango

Irma Cantú

 

En Chichi la palabra es pájaro

 

En mi tierra norteña el chichicuilote forma parte del grupo de aves conocidas como pajaritos chileros. La etimología náhuatl lo hizo paloma dos veces delgada y seca. En mi rancho no es paloma, sino ingrediente. El chile del monte, el chile de amor, de a mordidas, solo crece a condición de que lo cague el pajarito y mejor si es chichicuilote: porque bien cagado queda el chile más sabroso.

 

Y esta “chichi” de la palomita náhuatl me llevó a otras latitudes, a Guatemala donde delgadas y secas rompen la bruma de esos valles.

 

En 1545 en su camino al sur, los conquistadores llegaron a una tierra montañosa llamada Chaviar. Pero como los soldados tlaxcaltecas que los acompañaban no podían pronunciar tan difícil nombre maya optaron por Chichicastenango o lugar de las ortigas. Otras que también pican, pero gacho; pero nunca tan gacho como los gachupines que arrasaron con su templo para construir la iglesia de Santo Tomás en cuya escalinata se vislumbra la base de la antigua pirámide.

 

Años después en ese pueblo bautizado en náhuatl, los dominicos traducirían el Popol Vuh al español. Ese relato épico que nos cuenta la creación del mundo.

 

En un atardecer de 2020 cesa la algarabía del mercado, una chica baja la escalinata al caer la noche, se toma un vaso de balché, se desenreda la trenza y con su falda de ortiga e índigo canta con voz resbalada:

 

chichilopoztli, chichiloé,

a ver, señorita, qué tal baila usté

O chichi-chiqui chiquí,

O chichi-chiqui-chá…

 

—-se repite—-

 

(aquí la comunidad va moviendo las caderas y las chichis –las, los, les que tengan– y los que no también).

 

Y así, esta “chichi” se nos ha vuelto una palomita, un sazón, una mordida, un mercado, un templo, un libro, una danza y la creación del mundo porque de norte a sur siempre con chile el aire se prolonga de paloma en paloma.

 

 

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Irma Cantú es profesora en Texas A&M International University. Además de su investigación académica en literatura en tránsito y de escritura de mujeres, en su otra vida tiene pata de perro y es la creadora del género «altaneras».  Una “altazora” es una reseñita sobre una palabra que viaja o un viaje palabrero e inspirador.

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