Lina Meruane
Ella baraja su dilema:
anotar un verso
hacerlo pedazos
pulir el poema o estrujarlo.
Pero quién dijo esto, quién
se planteó
Incesante, existencial
el ser o no ser (del poema)
¿díjolo el príncipe parricida?
¿su secuaz analfabeta?
(por la cresta o la corona)
¿quién lo resolvió?
(el maldito poema
estrofa sin rima tentada por la prosa).
Fue ella
la indecorosa suicida
ella
ante el espejo
agua turbia torrentosa
revuelta de algas
la cabeza, la boca desdentada
lengua comida de pirañas
ella
susurrando por las encías
(alguien, alguien,
por la cresta quién)
debiera componerlo (el poema)
desescribirlo después
su demora, encabalgar
las cesuras
con el corazón seco
con la mano helada del incendio
dedos quebrados
raíces de hierro alicates
la fría acequia
su hirsuta maraña de pelo.
Preguntar
(por la cresta, ¿un poema?)
Preguntar quién, a quién
le corresponde ese verso sin vocación
el poema ahogado
la nariz llena de barro.
Preguntarse a sí misma
aunque ella no sabe
decir su nombre y ahí reside
su fracaso (el del poema)
ya sin sangre, sin saliva
salpicándole la ropa (el poema)
con sus venas recortadas
por versales
derramando ácido.
Pero quién
murmuró esto antes que yo
se dice
ella, esto,
entre puntos seguidos
suspensiva, ella,
esto entre comillas
se lo decía
ella a sí misma
su voz suicida
mientras (el poema)
iba volviéndose prosa en la
mano rota
que lo escribía
en la sílaba doble
que se preguntaba, rebanando
el hilo (por la cresta)
de su pensamiento
se devanaba ella los
sesos humedecidos
¿me suicidé a tiempo?
Era bello agitarse en la entrelínea
asonante tentada por la prosa.
No era el sexo de la letra
sino su irresistible
ambigüedad
el género
la máscara
donde hubo de ocultarse
ella
sin saber a quién
le colgaba del labio
la lapicera
al príncipe o a la impune princesa
sin corona, la que nunca
escribió
lo que debía para
salvarse, para
ser
espejito espejito
la más puta, para
ser
deseada vilipendiada quemada en la pira
cabeza sumergida en el agua
Esto sólo lo intuía
ella
anonadada
era sapo mientras lo intentaba (el poema)
croando a contracorriente
sin ver
espejo turbio el de la acequia
que se había vuelto
príncipe
parricida de la no poesía,
y era gruesa la cuerda que pendía
del ser o no ser
eran profundas las aguas
para ella
y profundo el devenir de las palabras
alargándose en la estrofa
en el párrafo aspirando
respirando en la coma
descubriendo
quién
era ella,
de veras
ella
bajo tantas capas de tela
el vestido empapado
pegado a las piernas
otra piel, papel reblandecido
las desordenadas ordenanzas del reino
letrado
sobre su cadáver
desbordado de vida
ella
larva voraz en la carne celulosa
fibra vegetal
resplandor de la pútrida página
esa boca suya vomitando verdor
acequia
sus pies arrugados
hinchados de ella
tras la estela fugitiva (del poema
tentado por la prosa).
Ay, escribirlo, dijo entonces
ella
levantando el grito
estremecido espectro
un teclado de dedos negros, escribirlo
por fin
(aunque no fuera poema)
aquello que se vislumbra
eco reflejado sobre el lodo
escurridizo, oscura
materia de una prosa escrita más allá
de la rima
la prosa (del poema) que sería
por la cresta,
palabra suya.
Lina Meruane (Chile 1970). Su obra de ficción incluye los relatos reunidos en Las Infantas, y las novelas Póstuma, Cercada, Fruta Podrida, Sangre en el Ojo y Sistema Nervioso, de reciente aparición. Entre sus libros de no ficción se cuentan el ensayo Viajes Virales, la crónica Volverse Palestina y la diatriba Contra los hijos. Ha recibido los premios Cálamo (España, 2016), Sor Juana Inés de la Cruz (México 2012), Anna Seghers (Berlín 2011) y becas de escritura de la Fundación Guggenheim (USA 2004), la NEA (USA 2010) y la DAAD (Berlín 2017), entre otros. Actualmente enseña cultura latinoamericana y escritura creativa en la Universidad de Nueva York.
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