Texto: Christina Soto van der Plas
Fotos y colaboración para el texto: Geraldine Monterroso
Kosta di beton
pueblo den
PRIZON
Curaçao
No se sabe a ciencia cierta quién fue el descubridor verdadero de la isla. Algunos aseguran que fue Américo Vespucio y otros que fue Alonso de Ojeda. Lo cierto es que Alonso de Ojeda lideró expediciones alrededor de la costa de Venezuela y Vespucio estaba bajo su mando. Parece, sin embargo, que en algún momento del viaje se separaron y cada uno tomó un rumbo diferente.
Al respecto, un libro sobre la historia de la isla, escrito por un historiador holandés, concluye que, a pesar de que los documentos españoles le dan crédito por el descubrimiento a Ojeda, no hay pruebas que cumplan satisfactoriamente los estándares de la investigación académica contemporánea que indiquen esto. No se sabe realmente por cuánto tiempo navegó Ojeda alrededor de la costa de Venezuela, por lo que el historiador holandés concluye que, aunque pudo haber visto la isla, “no se le puede llamar su descubridor, porque el descubrimiento es un proceso que implica que, al menos, se exploró el territorio”. A lo que añade una nota más personal con su opinión acerca del descubrimiento que, para él, no existe si no se documenta: “si Ojeda desembarcó en la isla, es quien la descubrió, pero no tenemos manera de saber esto. Una persona que no ha dejado para la posteridad ninguna documentación acerca del territorio que se supone que descubrió, no puede ser llamado un verdadero descubridor e, incluso, si no hay prueba de que haya visitado y atravesado el territorio en cuestión, tiene incluso menos derecho de reclamar el título”. De acuerdo al historiador, para poder reclamar el título, casi legal, de ser “descubridor”, es necesario que se documente rigurosamente el trayecto o que haya un recuento más o menos fidedigno de lo que se observó durante el viaje.
No es coincidencia que este historiador holandés llamado Johannes Hartog y otro historiador francés, François Hartog, compartan el apellido. Para el historiador francés que escribe sobre descubrimientos y viajes en la antigüedad, la figura del viajero y el viaje mismo son operadores discursivos y recursos narrativos a través de los cuales se define la identidad. El viaje prototípico dentro de este esquema es el de Ulises y su regreso a Ítaca luego de su viaje fantástico lleno de tribulaciones. Al final del viaje, tras ser reconocido por su cicatriz, Ulises recobra la identidad que perdió a lo largo de su periplo, en el que se había convertido en “nadie”. Recupera la base de su identidad al encallar las naves en el puerto que es, también, el espacio perdido de su origen. La identidad, entonces, se puede definir como el llegar al punto de origen, atracar en la isla en la que se deja de ser mendigo para tener el lugar que corresponde en una estructura social, histórica y económica. Por eso para François Hartog los libros de Heródoto, el primer historiador viajero, también buscan impedir que se borren de la memoria los hechos y hazañas de los hombres, tanto bárbaros como griegos. De esta manera, el tropo del viaje se vuelve un recurso histórico-literario a través del cual se puede comprender y teorizar el mundo, trazar los mapas del conocimiento y lo explorado. O, quizás, explorar el conocimiento a través de los mapas que traza la experiencia. El otro historiador, el holandés Johannes Hartog, tiene una visión que no por más tradicional es menos interesante. Para él, el descubrimiento implica no sólo ver, sino también explorar. Y, más allá de explorar, no hay descubrimiento si no hay un documento que avale o compruebe que hubo una exploración. Si el testigo no da fe de su descubrimiento, no hay tal hecho. Incluso una mención más o menos incidental o libre bastaría para que el holandés estuviera tranquilo y le adjudicara el descubrimiento a Ojeda. Pero si no hay evidencia, no hay descubrimiento. Es decir: si no hay un acta de nacimiento que determine el origen, no hay identidad, porque el descubrimiento no puede ser probado y sometido al juicio de la historia. El descubrimiento, por eso, se consolida en un nombre, el nombre en un acta de nacimiento, el nombre que le da el descubridor al territorio que exploró y documentó. Se trata de reclamar el título y no meramente de ser “el primero”, el “descubridor verdadero” porque, para el holandés, el hecho en sí mismo no es suficiente si no está escrito y documentado. En este sentido, Johannes es un historiador que busca esclarecer, con la ciencia (histórica) y legalidad, la certeza de lo que es imposible de determinar.
En todo caso, hay “evidencia” de que Américo Vespucio estuvo realmente en la isla el día 6 ó 7 de septiembre de 1499 y que, como al historiador holandés le gusta, sí documentó su visita. Entre sus varias aventuras, Vespucio describe, en una de sus cartas, sus peripecias en Curaçao de la siguiente heroica manera: “después de sanados volvimos a nuestra navegación y por esa misma costa nos sucedió muchas veces combatir con una infinidad de gente y siempre conseguimos victorias contra ellos. Y navegando así llegamos a una isla, que se halla distante de la tierra firme 15 leguas, y como al llegar no vimos gente y pareciéndonos la isla de buena disposición, acordamos ir a explorarla… y hallamos una población obra de 12 casas, en donde no encontramos más que siete mujeres de tan gran estatura que no había ninguna de ellas que no fue más alta que yo un palmo y medio; y como nos vieron, tuvieron gran miedo de nosotros… y nosotros, viendo a mujeres tan grandes, convinimos en raptar dos de ellas, que eran jóvenes de quince años, para hacer un regalo a estos Reyes, pues sin duda eran criaturas que excedían la estatura de los hombres comunes: y mientras estábamos en eso, llegaron 36 hombres… y eran de estatura tan elevada que cada uno de ellos era de rodillas más alto que yo de pie. En conclusión, eran de estatura de gigantes, según el tamaño y proporción del cuerpo, que correspondía con su altura; que cada una de las mujeres parecía una Pentesilea, y los hombres Anteos”. Por un lado, está la precisión geográfica y numérica del explorador y, por otra, la imaginación literaria y mítica en términos de las cuales concebía sus descubrimientos y viajes. Como protagonistas de una gesta heroica, Vespucio y sus hombres salen victoriosos de todas sus batallas y exploraciones. Y, para describir la tierra incógnita a la que llegaron en su circunnavegación, Vespucio se vale de la tradición literaria de la época. Las mujeres y hombres gigantes son Pentesileas y Anteos, figuras míticas, amazonas y gigantes que habitan en islas remotas y de ensueño. De muchas maneras, se puede pensar que Vespucio es una especie de geógrafo en el sentido griego, como el que también describe François Hartog. Es decir, Vespucio es un geógrafo que traza, dibuja o describe la tierra a través de un recorrido o inventario que se traduce en la literatura de los periplos y los primeros mapas. Junto con las mediciones y la ubicación de lugares, la invención de nombres, hay un vínculo experiencial en el que hay un tiempo de recorrido y de aventuras. Por eso quizás no es coincidencia que se haya nombrado América al continente: la geografía de Vespucio precisó y documentó no solo con medidas y números sus observaciones y descubrimientos, sino también su experiencia filtrada a través de imágenes literarias que le dieron vida a sus relatos. Y sólo así, con la imaginación anecdótica del descubridor, se nombran los territorios.
A la isla, tanto Ojeda como Vespucio la llamaron “Isla de los Gigantes”.
En 1513, el Virrey de la Española, Diego Colón, declaró que las islas de Aruba, Bonaire y Curaçao eran “islas inútiles”.
La isla de la Española, el primer centro de dominio español tras el descubrimiento, padeció desde un inicio de una crisis económica porque el oro y plata de la pequeña isla no era suficientes para sostener el caudal necesario para la colonización. Por ello, se inició la exploración de otros espacios del Caribe. Pero estas tierras resultaron ser improductivas y estériles. Colón las llamó entonces “islas inútiles” porque no tenían oro ni recursos como Puerto Rico, Jamaica y Cuba. Al declarar que las islas eran inútiles, los españoles se granjearon el derecho de esclavizar a sus poquísimos habitantes, que era aparentemente el único recurso que se podía explotar en esos territorios. Tras la declaración de Diego Colón, Curaçao y el resto de las Antillas se volvieron tierras legales para la caza de esclavos indígenas y la mayoría de ellos fueron llevados a trabajar a la Española en las minas de plata.
Luego de 1625, la inutilidad de las islas atrajo a otras naciones como Francia, Holanda, Dinamarca y el ducado de Curlandia que no pensaban descuidar tanto los territorios aparentemente yermos. A diferencia de los españoles, estas naciones suponían que la riqueza de un territorio no radicaba ni en sus recursos ni en su población, sino en su localización estratégica, en las posibilidades que brindaba el vacío.
Los holandeses, en su propio territorio, son conocidos por robarle territorio al mar de manera sistemática: el espacio menos habitable lo vuelven parte del reino. Una quinta parte del territorio de lo que hoy es Holanda es territorio robado al mar, la conquista y colonización más contundente. De la misma manera, los Países Bajos le robaron las inútiles islas a España para aprovechar así los espacios casi inexistentes del Caribe, descuidados por los españoles.
La inútil Curaçao fue conquistada por los holandeses, “representados” por la Compañía de las Indias Occidentales, en tan solo seis días. En julio de 1634, los holandeses anotaron que había: 32 españoles (10 hombres y el resto mujeres y niños), 420 indígenas (105 hombres) y un sacerdote. No se anota que haya ningún gigante.
Hay territorios que son lotes baldíos. Son territorios que se rehúsan a ser partícipes de los circuitos comerciales, de los sistemas de producción. La etiqueta de la inutilidad implica al menos dos cosas: el permiso de vaciar el territorio, de invalidarlo y la suspensión de la producción de sentido, la exclusión de la estructura lingüística.
Lo que se retira forzosamente de Curaçao es la fuerza productiva, el trabajo, los trabajadores: para que sea verdaderamente inútil e improductiva, hay que expropiar el potencial de trabajo. Al cazar y trasladar a los indígenas caquetíos a islas más “productivas”, los españoles querían poner en uso el mínimo potencial del territorio inútil: sus trabajadores vueltos esclavos. Una vez hecho esto, la isla se vuelve realmente inútil, un mero territorio inhabitable.
Precisamente por su inutilidad es que Curaçao ha sido el centro de todas las figuras liminales o excluidas de los sistemas de discursividad de la economía política de la modernidad: los delincuentes, los corsarios, los piratas, los locos, los judíos expulsados, los pobres, los esclavos, los conspiradores, los mendigos, los refugiados, los traficantes y contrabandistas. E incluso los gigantes, excluidos por excesivos, por rebasar el estándar métrico y por exceder la imaginación histórica, desbordándola hacia la literatura. En Curaçao habitan las anécdotas, expulsadas de la historia y la economía moderna. No tiene uso, no tienen cabida. Se trata de fantasmas que siempre están fuera del dominio del discurso del capital y, por lo tanto, se refugian en la isla inútil. En la isla inútil se puede proyectar tanto la prisión como la utopía, porque es un lienzo en blanco. Por eso en estos espacios inútiles se refugiaron tantos desterrados. En su refugio invisible, en su invisibilidad, sin embargo, son realmente la “mano invisible” del mercado.
Día 1, Willemstad
Wilhelminaplein
Un francés o un alemán hablan de filosofía y es universal. Si se hace filosofía en Curaçao o en México, por ejemplo, no lo es. Sólo allá hay ontología, ellos pueden definir al ser.
¿Por qué ellos tendrían el privilegio? Hay que oponerse a ser catalogado, porque todo punto del planeta es el centro del mundo. La lectura es un centro del mundo. Es la actitud con que se asume.
Es una cultura criminal basada en la destrucción. Lo que pasó en el Caribe fue el laboratorio de la conquista. Cuando llegó Cortés a México y a Cuba, si lees la “Segunda carta de relación”, ves que ya sabía exactamente qué hacer: cuándo y cómo hacer contacto, cómo ir preparando la traición, cuándo sacar a los perros, cuándo disparar el cañón para provocar miedo.
En la conquista de Papúa Nueva Guinea ya existía el cine. Lo que debe haber pasado en el Caribe hace cinco siglos está allí, filmado hace diez años.
Un hombre con un hacha de piedra, ¿qué le puede hacer a un camarógrafo sino golpearlo? Es un cíclope que está mirándote y te está devolviendo tu imagen, que nunca has visto, en el cristal de la lente.
O toma un espejo y mira qué hay detrás de él.
En un momento dado, alguien saca un rifle y dispara al aire. Pasa la misma escena del manuscrito de Tlatelolco. Todo el mundo se tira al piso y es el terror.
Es la crónica colombina en vivo.
Es una guerra psicológica que se ensaya en el caribe. Es la construcción de un modelo de destrucción genocida. Por eso, la conquista nunca acaba.
¿Cómo hablar de la contribución española? Es como hablarle a un judío de la contribución alemana socialista al desarrollo del judaísmo. Que se celebre el día del descubrimiento, que se hable de hispanidad, tú sabes, y con todo eso, tu lenguaje es el español, ¿no?
Se habita una lengua.
¿Hay librerías en Curaçao?
Evangélicas y una llamada Samsom.
Lo que pasa es que en estas sociedades es que ya el banco de lectores es pequeñísimo, son islas pequeñas, una lengua que casi nadie entiende. Deben ser cientos.
El hombre del taxi de ayer venía con su aleluya pero en papiamento. No sé hasta qué punto están aquí los evangélicos, probablemente hay muchos. Sí, esa es una epidemia en todas partes.
Hay un concepto que ahora están inventando en Estados Unidos, el culto como entretenimiento, como un programa de variedades con cantos, bailes.
Worshipaiment o worshipayment. Los evangélicos y la pobreza; su caldo de cultivo, la desesperación.
En Brasil es impresionante. Estos coliseos. En San Salvador de Bahía hay estatuas orishas grandísimas y al lado un estadio evangélico. Es muy interesante, porque la santería tiene una presencia bien poderosa. Pero va a atacar a la santería también.
En Centroamérica también. En Guatemala son ya la mayoría, sobrepasaron a los católicos. Es un producto de exportación.
Un hombre llamado Cash Luna. Puro cash. Efectivo de dios.
También patrocina al actual presidente de Guatemala, que es también un comediante.
Tienen su ciudad de dios, un centro comercial, condominios, iglesias que parecen estadios y hasta un DJ que toca música electrónica.
En Puerto Rico tenemos el fenómeno de los “Mita”. Mita es una diosa puertorriqueña de Arecibo, que se llamaba, qué se yo, Juana Pérez, tuvo una revelación y se convirtió en Mita. Su hijo es el actual representante divino y se llama Aarón.
Visten de blanco, tienen su propia policía que viste de blanco. Tienen su barrio, una iglesia en medio de una zona bastante pobre que era de talleres industriales, tienen varias calles, tienen bancos que son cooperativas, su supermercado, su tienda de electrodomésticos. Y ahora van a hacer su universidad.
¿Cómo van a convertir esto en un texto?
Todo está grabado. (No se habían dado cuenta.) Es un experimento. Hay una parte oral, mientras vamos caminando, tomando café, moviéndonos por ahí. Tiene que ver con conversaciones y maneras en las que intercambiamos ideas, lo que surge espontáneamente. Conversación y no diálogo: no una dicotomía sino voces.
Incluso van a estar los chistes grabados.
Si tienes que elegir entre perder peso o dejar de beber vino, ¿cuál es tu respuesta?:
¿tinto o blanco?
En términos retóricos, es un chiste perfecto. La pregunta es la trampa.
Escribimos anécdotas de Curaçao. Anécdotas que cruzan todas estas historias. Vamos a visitar lugares y hablar sobre la historia del lugar… y nuestras historias.
Dicen: “Esto no vale nada, no puedes establecer plantaciones, no hay agua, es una población pequeña y al lado tienes a Venezuela, imagínate, hay riquezas de todo tipo, minas, bosques”.
El pueblo de mayor extensión en América no son los aztecas, los incas o los mayas, sino los arahuacos, que van desde Florida hasta el norte de Argentina.
El Caribe es otra cosa.
América no fue conquistada, fue infestada.
Cuando llegan al Amazonas, se encuentran un mundo vacío. Los gérmenes, las bacterias llegaban antes que los conquistadores, iban devastando poblaciones. Cuando llegan, encuentran un mundo que ya ha pasado por la catástrofe. Era un mundo fluido, lleno de comunicaciones, que es lo que la conquista no permite ver.
La presencia judía en Curaçao: los judíos sefardíes se fueron de España a Portugal, a Holanda, a Brasil y luego a Curaçao. Aquí está una de las primeras sinagogas del continente, aún en uso. Y el primer cementerio judío del continente. Los judíos son como los piratas, también, vienen de allí. Este fue también el primer Nuevo Amsterdam, antes que Nueva York. Hay una calle que se llama Breedestrat. Luego el modelo de Broadway. Hay que pensar esto como el proyecto fallido de Nueva York.
La utopía fallida que se vino al piso.
Era el modelo de la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales, los mismos materiales:
la isla, pero en otro lugar.
Christina Soto van der Plas nació en México y vive en California, donde es profesora en la University of California, Riverside. Ha publicado artículos académicos en distintos países y fue becaria de Jóvenes Creadores del FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) de México para la escritura de un ensayo-crónica sobre Curaçao. Actualmente escribe crónicas, estudia psicoanálisis y cuestiona su herencia mexicana-holandesa. Su libro de próxima aparición Nobody, Noting, Never: A Poetics of Transliterature se centra en la literatura de autores como José Emilio Pacheco, Salvador Elizondo, Eduardo Lalo o Macedonio Fernández, entre otros, para proponer la literatura como un tipo de pensamiento susceptible, como tal, de atravesar geografías, géneros, identidades y categorías estéticas al vaciar y evitar tres componentes principales de la narrativa moderna: argumento, personaje y tiempo como causa y efecto. En sus actuales proyectos de investigación se ocupa de trazar el corpus, el proyecto y la definición de una “antifilosofía latinoamericana”, y la teoría y el análisis de lo que llama “Nueva Crónica de las Indias”.