Alejo Steimberg
Tengo un asiento favorito en el tranvía y no sé si debo avergonzarme. ¿Qué tipo de persona tiene un asiento favorito? ¿Un Esclavo de vida rutinaria o un campeón en el arte de hallar su gran comodidad en toda cosa? La gente debería ir siempre por ahí llevando un pin de una E o una C. Así yo ya sabría a que debo atenerme y podría cabalmente transformar su discurso a su medida. Usted debe evaluar si la molestia de prepararse el pin es mayor o menor que la alegría de un interlocutor que esté de acuerdo. Yo me propongo darles mi itinerario. De ese modo serán todos capaces de encontrarme y disfrutar así de mi elocuencia. Qué agradable que es encontrar personas que piensen como uno o eso digan. A mí sólo me importa eso que dicen. Si lo creen realmente, nunca podré saberlo pues no soy adivino y el lograrlo no está entre mis deseos más profundos ni en los superficiales. Estoy seguro de que esta información que les transmito es de una importancia sideral para ustedes y confío en que sabrán usarla para el bien (eso es lo bueno de las cosas inanes: es que muy poco el mal que pueden producir pero grande el honor que vehiculizan. Y este secreto que ofrezco como coda no lo cobro. Podrán agradecer con otro tanto de favores tontines al que siga).
Poemas que no nos gustan ¿Hay algo peor que estar sentado escuchando poemas que no nos gustan nada? Sí: es escuchar poemas que no nos gustan nada cortados por discursos del o de la poeta que traten del origen de tal o cual poema. Escuchar a un poeta que no cree en su poesía, que la usa como quien usa un balde o una bolsa de avión. Y tal vez es también igual de malo que estar en un teatro frente a una obra que nos es insufrible, sin recibir la suave indiferencia de la piadosa pantalla de los cines. En cruel “en vivo” no permite otro escape que el del anotador, tan capaz de esconder el poema invectivo bajo la forma pía de las notas urgentes de aquel que adora lo que escucha o ve. Yo entiendo que la poesía pueda ser terapia pero eso debe ser una excusa, un primer puntapié, el empujón fugaz que echa a rodar la máquina. Después, uno toma distancia, prepara el ojo crítico, del lector de lo propio. El que no lo hace así le roba a la poesía su carácter estético aquello que la hace ser ello que ella es y no otra cosa.
Ruego Por favor sean buenos, no me saquen. Aunque no viva más en Buenos Aires, y este concurso pida residentes. Aunque sea muy joven o muy viejo. Aunque no tenga cara de latino, o aunque la tenga pero por error de ese pibe polaco que confunde mis cejas muy pobladas con las cejas que en su cabeza de señor confundido son las cejas que un latino tendrá. Esas cejas pobladas que me vienen de algún lugar lejano, pero mucho más cerca de Polonia que del barrio en que vine a nacer. Por favor sean buenos, no me saquen aunque no sea exiliado y me haya ido por amor a una novia, cuando todos se iban pero mal. Aunque no entiendan nada, aunque se sientan un poco traicionados porque el poema que esperaban leer tanto no cierra. Porque no use adjetivos casi nunca. Porque quiera seguir un poco más. Porque insista, porque siga a mis dedos. Porque elija terminar el poema en un momento en que debía seguir.
Alejo Steimberg (Buenos Aires, 1974). Luego de una licenciatura en Letras en la Universidad de Buenos Aires (Argentina), obtuvo su doctorado en Teoría Literaria por la Universidad de Extremadura (España). Ha sido premiado en distintos concursos literarios y ha publicado en antologías y revistas en papel y en la red en Argentina, Colombia, Bélgica y España. Ha leído en festivales y ciclos de poesía en Buenos Aires, Bélgica y Francia. En 2004 salió su libro p en Ediciones Vox (Bahía Blanca, Argentina) y en 2007 la antología que realizó y tradujo en colaboración con Laura Calabrese: ¿Bélgica? 6 poetas jóvenes de lengua francesa (Vox). Administra el blog El teclado excéntrico, dedicado a la construcción de un mapa de la poesía escrita en español en países de otras lenguas, y el grupo La Internacional de Poesía Expatriada (Facebook). Vive en Bruselas.