Una verdad extraída del placer mismo (Reseña)

Laura García del Castaño

 

Léeme que me gusta es un objeto fetichista, un stencil,un diario de memorias sexuales, una cartografía de mitos y destinaciones femeninas de la primera adolescencia, una combinación literario-libertaria, un itinerario de encuentro con el cuerpo y desencuentro con el discurso prefabricado, una ecuación molotov: libros y citas que enfocan y desenfocan la tensión de la previa y arman entre ellos una especie de liturgia. Léeme que me gusta excita, funciona, tensa, ridiculiza, nos pecha, nos flashea, nos erotiza.

Una narrativa contundente, plagada de accesorios, porque la narración misma funciona como un arnés que va sosteniendo toda clase de mitologías, confesiones a secas, miedos, empoderamientos, roles, ¡ojo!, nada exento de crueldad, pero conservando la esencia misma de un accesorio erótico: su versatilidad. Como un talk dirty que habla más claro que sucio, más solidariamente que posturalmente. La voz dominante de nuestra heroína emprende un camino más que de deconstrucción de erotización, porque puede hablar de su insatisfacción, puede hablar de abuso, puede hablar de las erróneas fantasías, de los protocolos y las pericias de los cuerpos, de las mentiras que han desfigurado nuestro placer y nos han quitado un par de décadas de goce sin culpa; se deja llevar de la mano por la noche como un papelito, le excita el olor de los libros.

Laudecina Mariela en vez de desestimar los artificios de una cultura sexo-patriarcal arraigada juega con ellos, practica su impracticabilidad. Se masturba tras leer una recomendación médica que dice que así los músculos del útero se contraen y liberan ciertas sustancias, coge mientras va tirando uno a uno los libros de una biblioteca, o mientras se escucha Manson de banda sonora, siente el pelaje entre suave y áspero de un caballo al unísono con las manos en la cintura de su amante. La cronología del relato arranca con la palabra “sexo”, presentada así como un motor a desentrañar, a deshuesar, hasta desganarnos de la sexualidad de la palabra “sexo”, hasta desgarrar ese himen denso de moldes y consignas con que nos inculcaron, para relato tras relato venirse en una desinhibición paulatina, una amplificación de los sentidos, una erotización que progresa y se proyecta en el solo y todopoderoso placer, así tal como lo dice el ars erotica de Foucault: una verdad extraída del placer mismo. A medida que nuestra heroína goza y alcanza el climax de un sexo cada más más vivible y perturbador, los prejuicios y la normativa por el contrario van entumeciéndose hasta la frigidez.

Si no tuviera experiencia sexual alguna y tomara el libro como una virgen que toma una especie de diccionario ilustrado me quedaría con esta idea: el placer genuino está ligado al azar, al fuera de plan, y cuánto más se avanza en esta lógica o en este desorden más es el gozo. Como chica-chico diverse amante de los dildos y los strapsme quedo con Yo tenía una pija.  Si es por el registro poético me quedo con el entramado de eroticidades entre humanos y bestias que leo en Hermosos caballos.

El libro de Laudecina acaba grande como una O, vibracional, entre tanto quedan en el aire los retazos de tela regalo de Shimatsu, las luces navideñas dando a los cuerpos nuevas tersuras, los cortos de Erika Lust, la dedicataria en Salvo el crepúsculo y una multiplicidad de escenarios donde el placer nunca termina de estar escrito.

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Léeme que me gusta (crónicas sexuales), de Laudecina Mariela. Editorial Chatmuyo, 2019.

 

Laura García del Castaño (Córdoba, 1979). Editó varios libros de poesía, entre los que destacan El grito (edición de autor, 2004), La vida en que sueñas (Recovecos, 2012), El animal no domesticado (Pan Comido, 2014), El sueño de Sara Singer (Llanto de mudo, 2014, Caleta Olivia 2017) y Los demonios del mar (Ediciones Del Dock, 2015). Participó de la antología Quince poetas mujeres de Córdoba (2010) y Antología Poesía 20 años (Llanto de mudo, 2015). Mantiene el blog www.lapalabrasembrada.blogspot.com

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