Daniela Martín Hidalgo
Una
Me saco la dentadura,
la dejo sobre la mesilla.
Desmonto la laringe, las cuerdas vocales,
el paladar la lengua glotis subglotis,
me saco los dos pulmones
pececillos coleantes sobre el suelo.
En mi cabeza, hablan las cosas:
la lámpara, el suelo. En mi cabeza.
Solo cuando quiero salir a la garganta
escupo lo que se enreda, esta lengua
con escoliosis.
Hay que zanjar el problema pero el problema
se enracima,
hay que salir pero miedo,
los lobos corrigiendo
el paisaje, miedo
a lo que la voz, esa otra voz
diga.
Quiere que diga perrito,
que lo pronuncie en sílabas correctas
quiere que enuncie “amanecer”,
“recibidor” tal vez, la lengua deletreando
puntas diamantadas limpias
en azulejos tan diminutos.
Si la dejo, la voz existe solo
en el diálogo, solo si miro los pies
de otros, niña ridícula que pide
descalzarlos a todos,
los pies grandes, enormes,
de uñas cuadradas.
—Una frase es agua que tiras por la ventana.
—¿Por qué?
—No podrás volver a recoger lo que has dicho.
En verdad, se evapora, sirve solo
a no volverse loco no
doblegarse ante el peso
de los frutos, cualquier fruto.
No acumular palabras,
no incrementar el rango
de lo deletreado.
Retirar de la mesa
esa saturación de vajilla y cubiertos,
orfebrería del meter y sacar
por la boca.
Usted no es lo suficiente eficiente-
mente radical y tal, usted
no puede formar parte trepar marte,
usted no supera supura los mínimos
omnímodos establecidos
de nuestra muestra nuestra diestra.
Lo sentimos, la sentamos:
por favor, no olvide seguir participando
partesiguiendo en este concurso con el curso
de una poética un tanto más poética y radical.
Y tal.
Dos
En la calle pausada de madrugada,
chillidos desvelados de
polluelos de gaviota que no
dejan dormir,
el olor de la lluvia escasa
y los gusanos de luz de las farolas
deslizándose lentos
por las fachadas.
Incapaz de expresarlo
–algo sobre lo exiguo, precariedad
del humano animal, este trecho
de calle familiar iluminada–
lo rodeo un momento,
un perro que persigue su rabo
sin reconocerlo suyo.
Los poetas han hablado hoy
de publicar sus poemas.
Reían en voz alta junto al singel.
Mañana sonará el despertador
y la calle se llenará otra vez, ruidos
de motor y bicicletas,
igual que aguadores manifestando
que están aquí, acá.
Los árboles incubando frutos
y este año la primavera ha tardado
un mes más en llegar.
Es una oruga ciega el bebé recién nacido
de los vecinos. Llora
con los ojos cerrados sin entender aún
que ha nacido.
Hay un espacio y estamos juntos a los otros,
piezas colocadas que entrechocamos.
Daniela Martín Hidalgo (Lanzarote, 1980) es licenciada en Filología Hispánica (Universidad Complutense de Madrid) y master en Cultural Studies (Universidad de Leiden). Ha publicado los libros de poesía La ciudad circular (2003), Memorial para una casa (2003) y Pronóstico del tiempo (2015). Después de vivir casi una década en los Países Bajos, en la actualidad vive en Madrid.