El registro como desvío. Acerca de mis encuentros con Manuel Molina

Luciana Irene Sastre

Conocí a Manuel Molina hace algunos años, cuando en la escena del arte cordobés la performance lograba cierto protagonismo en la medida que convergían en ella exploraciones procedentes desde distintas áreas y se percibía una especie de comunidad juvenilista, alegre, feminista, ávida de teorizar para darse una forma propia. Los encuentros lograban un clima sorprendente, desalineado, político, amistoso, en gran medida el logro de algunas grandes artistas como Soledad Sánchez Goldar y María del Carmen Cachín, entre otras pioneras en estas formas de la creación. 

Yo llegaba a los encuentros desde la zona más lejana, una especie de lindero, de enigma, de confusión. Llegaba a disfrutar, a romper con la soledad del trabajo de lectura y escritura; entonces me disponía a escribir a la vista de todxs, en un juego coqueto de registro y seducción pues siempre alguien me preguntaba si yo estaba performando, y aunque yo no estaba en eso –es cierto que me daba algo de vergüenza la situación–, no puedo negar que me regodeaba con la posibilidad.

En esto hay mucho de mi fascinación por las juventudes, tema de estudio, situación laboral y centro de atracción inevitable, una lente metodológica podría decir con tono académico. Fue entonces que unx amigx me mencionó el trabajo de Manuel, que se desempeñaba como docente en una escuela secundaria en ese momento, y me comentó el abordaje de su práctica en la perspectiva de lo que podemos pensar aquí en relación a la performatividad, incluyendo en esta abreviatura lo que concierne a la comunicación y al arte. Por distintas cuestiones, no pude acercarme a su obra entonces, hasta que asistí a una proyección de su experimento de transformación en la mega estrella Beyoncé en el año 2015. La proyección de su videoperformance, en clave de investigación y obra, se realizó en el Centro Cultural España-Córdoba en el contexto de las búsquedas performanceras de aquellos años, desplegando un trabajo de registro, de conversión, de entrenamiento, de performance duracional, de colaboraciones y de estudio para rehacer el video de Single ladies (Put a ring on it). Se podría resumir con la fórmula graciosa según la que “estrella no se nace, se hace”, y este es un comprimido proceso de industrialización de la celebridad, mientras que está a la vista que mujeres como ella son inconmensurables, por lo tanto, irrepetibles. Así, Manuel llegó a versionar el video de la canción haciendodeshaciendo la pegatina de imágenes y afectos que un video musical genera en nuestra experiencia cotidiana. [1]

En 2017 nos encontramos participando en la exposición de Indira Montoya titulada Materiales para una gramática del cuerpo, curada por Aníbal Buede, en La Cúpula Galería de Arte y Media Lab. En esta ocasión, Manuel fue convocado para registrar mediante audios enviados por whatsapp la acción de la artista realizada con Soledad Sánchez Goldar, en la inauguración de la muestra en el marco de las “relaciones” del grupo Efimerodramas.


La exploración proponía un trabajo con el espectador, que para la investigación se denomina “pautado”, y que, mediante alguna instrucción, desborda las fronteras de creación que suponen alguien que hace y alguien que recibe. Molina participó desde ese lugar del murmullo, una delicada performance de voz. De su acción de registro se constituyó un archivo que colabora en la reflexión acerca de la narración, la memoria y el cuerpo.

De algún modo, cuando pienso en mis encuentros con Molina es recurrente una instancia de trabajo sobre-con-desde la recepción. En este sentido, más recientemente, ha realizado algunos trabajos en el soporte de las redes sociales, o al menos tuvieron allí una forma diversa de galería. Por ejemplo, las caja-valijas, que entran en una larga tradición de recurso al archivo sintético que aloja lo que se puede llevar en la mano para hacer mucho, en algún lugar que no es el actual. Es posible que, visto en una laptop, se replique ese formato y el gesto al abrir las https://www.investigacionesadornianas.com/, la bellísima clasificación de la obra de Molina online.

Hace poco tiempo me encontré con la publicación del link al video titulado Bicollage. En una doble lengua, entre la lectura y la mirada a cámara, Molina nos lee un texto en castellano con subtítulos en inglés sobre arte, excepto por la interrupción del racismo en el análisis del color negro. En los días, en que la muerte de George Floyd por la acción policial hizo girar los problemas mediáticos de la pandemia por covid-19 a los actos racistas de la policía estadounidense -aunque en la provincia argentina de Chaco pasaron cosas espantosas que fueron registradas con un teléfono celular, con la misma carga racista cruzada por la pandemia pero que no tuvieron el mismo poder de movilización-, el video actúa ese instante en que ya nada puede escapar a una irrupción mediática. Mi sensación es que, lejos de la propuesta de que la propagación de una etiqueta que mide la recepción mundial de un tema, el video de Molina elabora el instante en que cualquier otra cosa es intervenida por un acto que abre un impasse y lo tensa todo. En este caso, interpelada por una entrevista a Jacques Rancière que circuló por las redes mientras que la asfixia no dejaba de verse intensificando el aislamiento, aquí la frase No puedo respirar no se escucha, pero cada vez que se lee la palabra negro, falta el aire. 

La lectura de Molina, que recupera enunciados de teoría del arte pero que inicia con el término “contemporaneísmo” provocando el chirrido anacronístico de la historia, elige una serie de tópicos asociados al binarismo blanco/negro en la grandilocuencia del abarcarlo todo: todas las obras, infinito, propio mundo, cosmos, lo posible, todo el espectro, y otras extensiones. Cuando Molina los interrumpe con expresiones que aplican directamente sobre los cuerpos, se devela el alcance de la disciplinario de la estética. Ese contenido ajeno señala una teoría del color que ancla en su visualidad la distribución de las vidas que importan, para recuperar aquí la etiqueta más contundente que habitó las calles en medio del aislamiento social. 

El video dura exactos dos minutos. Termina diciendo “el dos es una multitud”, y escribiendo “The two is a crowd”. Vuelvo al principio: la obra de Molina parece funcionar con el viejo esquema de la comunicación idealizada pero la desafía con una subversión que, como dice Rancière, cambia el curso de la historia cuando el acontecimiento se organiza, cuando dos, pero unx sobre otrx, hacen urgir la manifestación. Lo que muestra el video, según mi punto de vista, es ese momento en que el acontecimiento está en proceso, como en estado de ebullición, alborotado, en emergencia, en una interrupción inestética, y ya nada será igual.  

Córdoba, septiembre de 2020

[1] En torno a esta videoperfomance, Verónica Molas, periodista que sigue de cerca la escena del arte cordobés con particular atención a lxs artistas jóvenes, hizo una excelente entrevista, disponible aquí.

Luciana Irene Sastre enseña Lengua y Literatura en una escuela secundaria, y es docente de Literatura Latinoamericana en la Universidad Nacional de Córdoba.  Co-dirige el proyecto de investigación “Archivos de la modernidad latinoamericana: escrituras contemporáneas de la teoría, la crítica y la literatura” y participa del proyecto investigación y creación artística “Escrituras performáticas: cuerpo y acción efimerodramas” en la misma universidad.  

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